Esto sí que es vivir el otoño. La capital cuenta con pocos árboles caducos, pero si vamos camino de la Sierra el otoño de muestra delicioso ante nuestros ojos. Por eso en esta época, antes de que el frío del invierno nos atrape, merece mucho la pena darse un paseo por el campo. 

actividad-castaña-sientehuelva-01Nos hemos ido a Aracena y en vez de plantarnos aquí sin plan, nos hemos apuntado a una de las actividades que más nos gustan. Una que tiene que ver, cómo no, con lo gastro, con la comida, con los frutos que nos da nuestra tierra en esta temporada. Nos referimos a la castaña, un sencillo manjar que esconde aromas, texturas y sabores de lujo. Por algo nuestro número dieciocho va dedicado a la capitalidad gastronómica.

Aún no hace mucho frío en la capital, pero los bosques serranos del Parque Natural de Aracena y Picos de Aroche son otra cosa. Aquí estamos al menos tres grados por debajo de lo que marcan los termómetros en Huelva. Sin embargo hay que decir que ha amanecido un pedazo de día, con un sol precioso que hasta nos hace quitarnos los abrigos en algunos tramos de la caminata.

Nos vamos temprano, por la mañana, a nuestra cita, que empieza en el Centro de Visitantes Cabildo Viejo de Aracena, un lugar que bien merecería que le dedicáramos un “rincón con encanto”. Se encuentra en el casco urbano del municipio y es un edificio que data del siglo XVI y que acogió al primer ayuntamiento aracenense. Aquí nos muestran la exposición que albergan sus históricos muros y que da buena cuenta del rico patrimonio artesano y gastronómico de la zona en la que nos encontramos. De ahí nos volvemos a subir a los coches y llegamos al comienzo de la ruta que estamos a punto de emprender.

El ambiente es familiar, lleno de niños. Todos estamos deseando disfrutar de nuestra jornada campera y de saber más de unos de los motores económicos de esta comarca: las castañas. El campo está divino. Huele a la tierra húmeda de la noche, a vegetación en estado puro, a aromáticas. Los colores son un espectáculo: verdes, anaranjados, amarillos, ocres, marrones… Y empezamos a ver los castaños que pueblan estas cinco mil hectáreas de parque.

La capital cuenta con pocos árboles caducos, pero si vamos camino de la Sierra el otoño de muestra delicioso ante nuestros ojos

El comienzo del sendero es un lugar bastante transitado, así que tenemos que estar pendientes de los coches hasta que nos adentramos más en el bosque. Es hora de aprender del entorno con la ayuda de nuestras guías locales. ¿Quieres saber más del árbol protagonista de esta actividad? Sigue leyendo. El castaño es un árbol que fue introducido en el norte de la Península Ibérica. En la época de la reconquista, leoneses, gallegos y asturianos llegan a esta zona, dejando toda la impronta cultural en la sierra y el Andévalo y también este especie vegetal.

Estamos rodeados de estos monumentales árboles, enormes. Algunos llegan a medir hasta veinte metros. Nos llama la atención que no son autóctonos y que han sido domesticados por nosotros, los humanos, para obtener mayor producción de fruto.

Por eso lo que vemos no es un castaño en estado natural, que se parece más a un chopo, con una sola rama. Sino que son árboles con un tronco bastante grueso y llenos de injertos. Gracias a ello cada año pueden recolectarse hasta un millón de kilos de castañas. Nos hacemos así una idea lo fundamental que es la castaña en la economía de la zona, por eso nos advierten de la importancia de no entrar en las propiedades privadas del sendero a coger castañas.

Sí, desgraciadamente el parque cuenta con un gran problema en este sentido. Cada año se roban muchos kilos de castañas. Por eso las guías nos animan a recoger sólo las que veamos durante nuestro paseo, por el camino. Y hay muchísimas. Al final de la ruta entraremos en una propiedad privada a la que previamente hemos pagado para poder recolectar algunas más de manera controlada, en una bolsita de red. Así que esta actividad es una manera de favorecer la economía local.

La recolección de la castaña se hace desde el suelo, como las nueces o las bellotas. Si los frutos aún cuelgan de las ramas es que no están maduros. Lo que más nos gusta del fruto es que va envuelto en un erizo que pincha bastante pero que es una maravilla de la naturaleza. Cuando la castaña está lista para salir, ese erizo se abre y el fruto cae a la tierra. Luego cae el erizo y por último la hoja. Un árbol puede dar hasta unos cincuenta kilos de castaña, un saco grande. Cada erizo, si la temporada es buena, trae tres castañas comestibles.

El campo está divino. Huele a la tierra húmeda de la noche, a vegetación en estado puro, a aromáticas

Si el clima no ha sido de lo mejor, las dos castañas de fuera abrazan a la de dentro, que queda prensada y en forma de cuchara. Esa castaña, inservible, se llama cuchareta.

Mientras que escuchamos atentos, los niños están recogiendo castañas como si no hubiera un mañana. Jugando a ver quien encuentra más. Ya no les caben en bolsillos. La cara de ilusión al encontrar una nueva no tiene precio. Esto es sentir Huelva, mezclarse con el entorno, con la tierra en la que tenemos la suerte de vivir. Y si además alejamos a los peques de las pantallas por un día, el plan es redondo.

La recolección de la castaña dura un mes. Dependiendo de la climatología del año se hace desde mediados de octubre hasta mediados de noviembre. Este año, como ya sucediera la temporada pasada, el frío se hace esperar, así que la recogida de la castaña viene con un retraso de dos semanas. Pero hoy los apañaores (recolectores de castaña) están a pleno rendimiento. Qué palabras más bonitas estamos aprendiendo. La castaña se “apaña”, y de ahí la expresión de ser muy apañado, muy resolutivo y capaz. O la de pegarse un castañazo, que entendemos ahora a la perfección porque las castañas caen al vacío y se la pegan en el suelo.

De pronto en nuestro camino nos topamos con el propietario de una finca que lleva una preciosa cesta de setas. No duda en enseñarnos un ejemplar de Amanita Cesárea. No es para menos. Hay que chulear un poco del hallazgo. Tiene una pinta… que nos hace babear nada más imaginarnos la de platos que podríamos preparar con ella. Nos acordamos entonces del carpaccio que nos dio a probar Luismi de Arrieros hace unos meses. Carpaccio de seta, es decir, una lámina muy fina que sólo va aderezada con aceite de oliva. Se come en crudo y es un espectáculo.

Aunque nos ocupamos hoy de la castaña, hacemos una parada en otro árbol, un alcornoque. Aprovechan nuestras guías para contarnos que otra parte muy importante del Parque Natural lo conforman las dehesas, formadas por encinas, alcornoques, robles y quejigos. Un cuarenta por ciento del Parque está formado por estas dehesas. Además, el alcornoque es un árbol especial, ya que es el único del mundo que proporciona un material: el corcho. Cada nueve años tiene lugar la saca de corcho. Nos recomiendan un alcornoque espectacular que hay en el camino que va de Aracena a Linares de la Sierra. Lo investigaremos.

¿Pero qué había aquí antes de la llegada de los castaños? Pues había viñas. Qué curioso imaginarse así la sierra. Sobre 1850 el viñedo sufrió una enfermedad y fue cuando se sustituyó por el bosque de castaños que hoy día conocemos.

Un castaño no comienza a dar frutos hasta que tiene veinte años. Entonces va in crecendo hasta que a los cien años alcanza su máxima productividad. De ahí en adelante va bajando paulatinamente. Por eso los propietarios del castañar van plantando más árboles juntos a los viejos, para asegurarse así la producción.

Cada año se recolecta hasta un millón de kilos de castañas. Es fundamental en la economía local

Nos trasladamos ahora con la mente a los meses venideros, al invierno, a la época de los castaños pelados y podados. Es lo que tienen los árboles caducos. Que cambian cada estación. No nos lo vamos a perder. Ese espectáculo bien merece otro paseo, porque nos da la impresión de que va a ser como adentrarse en una peli de Tim Burton.

¿Y en primavera? Pues otro disfrute de los sentidos. El árbol estará verde y es cuando se aprovecha para hacer los injertos. Más adelante, en verano, se procede al arado. Se entierran los erizos del año anterior, lo que da más alimento a la tierra, y se aprovecha el calor para que ésta no pierda tanta agua. Esto además facilita la recolección otoñal.

Vamos llegando al final. Como adelantábamos, entramos por último en una preciosa finca de producción ecológica donde podemos recoger más castañas de manera controlada. A la hora de recolectar hay un orden, así que nos piden que apañemos en una zona en concreto, para no enredar en el trabajo de los que recolectan. Esto ha sido precioso. Nos hacemos cargo del cariño y el mimo que se pone en los castaños durante todo el año, para poder obtener un fruto de calidad. Nos llevamos un buen sabor de boca y hacemos felices el camino de vuelta, con castañas y otros frutos que hemos ido encontrando por el camino.

 

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